Adiós extraña

Noooooooooo... ¿ya pasó un mes y medio?... Bueno, mejor no tocar el tema nuevamente. Pues con la novedad de que así, de pronto, dejé de ver televisión. Ni siquiera fue algo que me propusiera, simplemente pasó.
Casualmente unos días antes estaba evaluando la posibilidad de cancelar mi contrato con Cablevisión porque, la verdad, ya me tenía harta. Es caro, la programación es cada vez más chafa y ni qué decir de los cagantísimos comerciales de Multimedios. Entre los anuncios de "Acá las gorditas" y contrataciones de películas increíblemente estúpidas en PPV como "Legalmente Rubia 3" (que por cierto, ¿alguien se enteró de la existencia de esa secuela?... con decirles que ya ni siquiera sale Reese Whiterspoon, ¡y aun con ella las películas eran malas!), aunado al evidente afán por llamar la atención del espectador subiendo el volumen de sus finísimos comerciales, me colmó la paciencia.
Y ni siquiera es que antes de eso fuera yo una adicta a la televisión, pero de repente sí me aplastaba en el sillón y tomaba la fácil decisión de tomar el control en lugar de un libro, y sí había ocasiones en las que, de tanto cambiar los canales una y otra vez, dándole vueltas y vueltas a la programación de 40 y tantos canales, llegaba un punto en el que me dolía la cabeza y sin darme cuenta, comenzaba a padecer el proceso, pero aun así, no podía dejarlo.
El caso es que un día, llegando del trabajo, no se me antojó prenderla. Y lo mismo ocurrió el día siguiente, y el que le siguió... Y me están gustando las consecuencias.